Llorenç Soler. La realidad desde la ficción.

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Llorenç Soler. La realidad desde la ficción.

Como muchos de los valencianos que se han ido a buscarse la vida a otras tierras, Llorenç Soler se instaló en Barcelona a principios de los 60. Más de cien obras documentales y de ficción le avalan.

Llorenç Soler y Enrique Viciano (1)El pasado 27 de mayo se presentó el documental Los náufragos de la casa quebrada y el libro La mirada comprometida, de Llorenç Soler, en el Aula Magna del Centre Cultural La Nau. Ambos actos fueron coordinados por Miquel Francés, uno de los colaboradores del libro, y contaron con la colaboración del IVAC y con la presencia del cineasta valenciano, hoy afincado en Soria.

Lo primero que me llamó la atención en el documental fue la sobriedad de su realización. Llorenç realiza y lleva la cámara y el sonido, es decir los medios justos para llevar a cabo esta introspección de seres a punto de ser desahuciados por la vorágine especulativa del cemento. Con rigor académico, primeros planos entomológicos, el blanco y negro, la ausencia de movimientos de cámara, la ausencia del tiempo y la intercalación de textos e imágenes provocadoras resuelve, con precisión de relojero, la historia que quiere contar. Este dirty realism, donde los personajes son áureas de sí mismos, bebe de las fuentes de Roberto Rossellini y Jean Luc Godard. Nos recuerdan a Roma, citta aperta o a Germania, anno zero, por citar dos de la más conocidas del primero, y a Pierrot, le fou o La Chinoise, del segundo. La no acción, la no interpretación y la ausencia de dirigismo en la puesta en escena provoca en el espectador la empatía por los personajes y carga de sentido sus palabras y sus gestos. Bien se merece, este gran director de fotografía y recreador de la realidad un homenaje con mayúsculas.

Como no podía ser de otra forma, siendo productor y coincidiendo en Barcelona en esa época, tuve la oportunidad de producir una serie de televisión La Actividad Artística durante la Guerra Civil española, en la que Llorenç Soler participó como director de fotografía de algunos episodios. Corría el año 1982, ya habíamos terminado el primer episodio La fotografía de guerra, que también me ocupaba de dirigir, en el que habían participado los fotógrafos Agustí Centelles, El Gran Alfonso y Joan Fontcuberta, y los investigadores Gabriel Jackson y Román Gubern. El segundo episodio fue La propaganda de guerra que dirigía Jordi Cadena. En este episodio participaban Rafael Alberti, el Nobel Vicente Aleixandre, José Mario Armero y Josep Renau.

Yo había enviado a Berlín Oriental a mi equipo con Teresa Enrich, ex vicepresidenta de la Academia de Cine, como directora de producción, y a Llorenç Soler. El equipo técnico de sonido era alemán. Tras un intenso rodaje durante varios días en la casa estudio de Renau, la Stasi, policía política de la RDA, incauto el material consistente en dos cámaras de una pulgada y varias cintas de gran formato, dos enromes cajas de 60×60 cm, únicamente por la duda de que pudiera contener una crítica al sistema. Hice volver a mi equipo y me fui a Berlín para rescatar el material. Tras dos días de tiras y aflojas, de pedir la mediación de Renau y de pagar una suma considerable de tasas, pude trasladar en una furgoneta las dos cajas desde la comisaría de Alexander Platz, la plaza roja, hasta el muro de Berlín. Pero no contaba con un último escollo. El Checkpoint Charlie, que comunicaba la zona oriental con la occidental por el paso americano, era un zigzagueante camino de tablillas de madera de unos ciento cincuenta metros. No he sudado más en mi vida. Arrastrar cada caja fue una locura. En un extremo la policía militar soviética y en el otro, un capitán americano que desde su casilla al final del pasadizo me animaba a no desfallecer.

Llorenç y yo recordábamos esta aventura, sabiendo que esto del cine es una mezcla de realidad y ficción a partes iguales.

By | 2013-06-03T16:27:59+01:00 junio 3rd, 2013|Artículos de Enrique, Destacado|0 Comments